SENDERO TRANSPERSONAL

INTEGRANDO PSICOLOGIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Bienvenidos al blog!

La Psicología Transpersonal o Integral, es un enfoque terapéutico que apunta a que el ser humano alcance niveles óptimos de salud psicológica, dándole importancia a la expansión de la conciencia.

Se trata de un acompañamiento terapéutico para que la persona aprenda a observar sus patrones mentales, sus creencias, que son la causa del malestar, que aprenda a desidentificarse de sus contenidos mentales, a trabajar con sus emociones saludablemente, que aprenda a hacerse responsable de sí misma, de sus relaciones, de sus experiencias, sin culpabilizar al entorno, a la vida por lo que le sucede, comprendiendo que la adversidad, es una oportunidad de cambio y desarrollo personal.

Capacita al paciente para que aprenda a satisfacer de una manera saludable sus necesidades a todos los niveles: físico, emocional, mental, espiritual, aprendiendo a conectar con la dimensión trascendental; todo ello conlleva a una integración de su personalidad y a alcanzar niveles superiores de salud psicológica, para luego poder trascenderla y conectar con la esencia.

Se toman en cuenta los problemas, dolencias particulares que empujan a la persona a una consulta y se las trabaja e integra, pero el enfoque principal de la Terapia Transpersonal, que la hace diferente y más abarcativa que otras terapias psicológicas (integra psicologías de oriente y occidente) es el de capacitar a la persona para que aprenda a conectar con sus propios recursos internos y permita desplegarse sin temores al proceso de crecimiento natural.

La terapia utiliza diferentes técnicas que se adaptan a las necesidades del paciente y a su estado de consciencia, integrando los niveles físico, mental y emocional (ego) y luego trascendiéndolo hacia los valores superiores, como la compasión, el amor a los demás seres vivos, el sentido de la propia vida, el desarrollo de la creatividad, etc., favoreciendo cambios en su nivel evolutivo.

domingo, 28 de septiembre de 2025

Aceptación desde sabiduría


Cuando tengo ira, tristeza, angustia, estrés, miedo, apego, es porque hay algo que yo no acepto. Cuando me siento obligado a hacer algo, hay algo que no acepto.

En general, cualquier situación que no sea de paz y armonía está relacionada directamente con una no-aceptación de una realidad de la vida...

Cuando una persona tiene cualquier nivel de sufrimiento interior ante algo que no acepta, su ego trata de disfrazar la situación para que no se elimine, porque si se eliminara, se eliminaría el ego mismo. Entonces todo sufrimiento ante algo externo, es una limitación mental que yo tengo, limitación que no me permite aceptar la realidad.

Si yo tengo estrés, ¿qué es lo que no estoy aceptando?
No estoy aceptando que hay una situación que es superior en un momento dado a mi capacidad de acción, y no estoy aceptando la posibilidad de que yo voy a disminuir algo porque yo creo que no puedo vivir sin eso.

Siempre está la no aceptación, cuando tú le dices esto a la vida: “Yo no aceptaría esto de ninguna manera. Yo no puedo vivir sin esto”.
La vida te va a responder: “Vamos a demostrarte que sí puedes”. Es la ley de correspondencia, a través de la no-aceptación.

Logras saber que ya aceptaste alguna situación porque en tu interior hay un síntoma inequívoco de paz interior, satisfacción, alegría, entusiasmo y energía para la acción. Cuando eso es lo que está presente, tú sabes que ya aceptaste algo. Ante la aceptación desaparece la posibilidad de sufrimiento.

Mientras yo no acepte algo, me hago correspondiente con la situación que me enseña a aceptarlo. Cuando lo acepto, esa situación ya no es necesaria. 
Entonces la persona que lucha contra algo, cada vez se hace más correspondiente con mantener esa situación.
 “Todo aquello a lo que tú le hagas resistencia, se manifestará con más fuerza contra ti”, porque esa es una ley del Universo.
Deja de hacerle resistencia a la vida, y ninguna fuerza podrá ir en contra tuya, ese es el secreto de la aceptación.
Cuando alguien tiene un rechazo a la vida, no acepta la oportunidad de aprendizaje que ofrecen las dificultades.

Cuando yo me preocupo por algo, ¿qué no estoy aceptando? ¿Qué puedo perder?
Algo que yo ya no necesito. Ese es el motivo de la preocupación; no has comprendido que jamás podrás perder lo que necesitas, y que si alguien se lleva algo es porque tú ya no lo necesitas, o lo que necesitas es la experiencia del desapego.

Cuando criticamos a los demás, no estamos aceptando las costumbres, las ideas y las decisiones de los demás... es decir, no los estoy respetando. Para dejar de sentirme mal con el comportamiento de los demás, debo ser capaz de aceptar lo que no acepto.
Por ejemplo, cada quien hace y dice lo mejor que sabe aunque se equivoque, y yo no tengo por qué ir a rechazarlo, ni a juzgarlo, ni a criticarlo... Él tiene derecho a eso, él no tiene la culpa de que yo me sienta mal con lo que él hace: esa es la reflexión para poder empezar a comprender la necesidad de aceptar a las otras personas como son.

Cuando yo no puedo aceptar algo, no puede haber un disfrute, una satisfacción. Si no eres capaz de disfrutarte algo, es porque hay algo que no aceptas. Aquello que eres capaz de disfrutar, es porque ya lo tienes aceptado.

Aquello que trae paz, alegría, entusiasmo y sube tu energía para la acción, está relacionado directamente con lo que tú ya tienes aceptado, con lo que ya tienes comprendido.

La persona con capacidad de aceptación es la persona que es capaz de ser feliz por sí misma, tiene más flexibilidad mental, más sabiduría y más amor.

Cada vez que se presenta una disparidad de criterios en una relación, el que cede (en forma consciente y voluntaria, dándose plena cuenta de lo que está haciendo) ha ganado en flexibilidad, en aceptación, en comprensión. Ha derrotado su ego. Ha ganado algo. El que gana pierde, porque dejó pasar la oportunidad de aprender algo. “Triunfó” pero quedó igual...

G. Schmedling



miércoles, 24 de septiembre de 2025

Fluir


El acto de fluir refleja ese suave resbalar de las aguas del río por el cauce hacia el mar. 
Fluir habla de observar cómo sucede el devenir sin despistarse. 
Fluir habla de comprobar cómo, sin forzar la propia intervención en el desenlace de los acontecimientos, las cosas encajan por sí solas en una dirección insospechadamente óptima. Fluir significa sujetar delicadamente al ego, con sus miedos y deseos, y abrirse a la sintonía de un yo global más sabio que propicia aquella victoria en la que todos ganan. 
Fluir significa apostar por la Confianza, con mayúsculas, en un principio de orden superior, a través del cual se mueven las fichas de la vida de manera sabia y misteriosa. Un flujo que avanza sin el miedo que propicia el no control de un agobiado ego que vive agarrado a la falsa seguridad de la tensión y la ansiedad anticipatoria.
Fluir es dejarse inundar por el presente sabiendo que el río de la vida discurre por entre las dos orillas de la claridad y la confusión, mientras el uno mismo observa a ambas. Un tercer punto más allá de ellas. 
Fluir significa que la tristeza no perturba y que la frustración no nos arrebata del sólido promontorio interior desde el que atestiguar con la suave y benévola sonrisa del alma.
Fluir por la vida es situarse en el Testigo primordial, neutral y ecuánime que, de manera inafectada y totalmente imperturbable, observa el juego del dolor y del placer mientras el psicocuerpo crece, se desarrolla, decae, envejece y muere. 
Sin duda, a quien le sucede todo este proceso del vivir en un cuerpo, es al yo-Espectador de la aventura de la conciencia. El Testigo que observa a la mente soñadora de realidades estimulantes y contradictorias.
Unos lo llaman Tao, otros, simplemente, Alegría sin causa. Pero también se le llama, Bondad primordial, Pura Consciencia. De todas formas, son tan sólo nombres que apuntan a ESO que somos en esencia. Una Identidad Suprema que no ha nacido ni morirá porque existía antes y después del Big Bang, porque está fuera del tiempo y pertenece al plano del Ser que llamamos infinito. Si uno lo busca, tal vez, malgasta su tiempo porque nunca lo perdió, de la misma forma que la humedad nunca pierde al agua. Sucede que es el Todo, algo que el ego no puede concebir, mientras no sea eclipsado y expandido en momentos ocasionales de Gracia. Se trata de instantes en los que brota la verdadera naturaleza de la mente profunda en donde la gratitud y ternura se derraman. 
J.M.Doria



martes, 9 de septiembre de 2025

El poder del inconsciente

 

... El inconsciente es el gran desconocido, vendría a ser como un mar ignoto: en él se encuentran todos los arquetipos, los recuerdos ancestrales, los deseos ocultos, los secretos que gobiernan nuestras vidas.

Al inconsciente se lo suele concebir como una serie de compartimentos superpuestos, como las capas de una cebolla. Uno envuelve al otro, y así sucesivamente.

El inconsciente es el 95% de nuestro funcionamiento, rige nuestras vidas, nuestras elecciones y decisiones, nos guía al escoger pareja, una casa, una vocación.

No razona, es muy visceral, al menos en algunos de sus programas.

Controla todo lo que nos sucede, sobre todo los acontecimientos impactantes e inesperados en los que la carga emocional domina la situación, y se graba en él.

El cerebro reptiliano, que es el principal soporte del inconsciente biológico, tiene por misión fundamental salvarnos la vida, es totalmente visceral y reacciona con la máxima rapidez; pero, sobre todo, tiene una función vital, que es grabar todo lo que los sentidos perciben en cada situación estresante a fin de evitar que en otra situación parecida, repitamos el mismo error.

Ejemplo, un niño pequeño toca con su manito una lámpara encendida; le quedará grabado para siempre que no tiene que volver a hacerlo si no se quiere quemar.

Asimismo, lleva programas heredados de nuestros ancestros que nos vuelven más sensibles a situaciones cotidianas, y ello hace que vivamos experiencias muy exageradas, cuando, en realidad, no tendrían por qué ser así.

La emoción es el principal vehículo de anclaje o grabación del acontecimiento, sin ella el inconsciente no reacciona.

El inconsciente nos hace repetir una y otra vez situaciones, sean estas felices o enfermizas.

Muchas veces, lo hace de una forma compulsiva y, sobre todo, irracional. 

El pasado se repite en nuestras vidas, se halla oculto en el inconsciente, un pasado que llamamos futuro. Hace falta un acto de conciencia, para poder cambiar el propio futuro.

Si reacciono a un estímulo y me dejo invadir por la emoción resultante, el programa seguirá manifestándose e inevitablemente viviré los acontecimientos.

Por eso, el acto de conciencia en cada instante es una oportunidad de elegir responder ante la situación, pudiendo regir tu vida y evitar que la rijan los programas inconscientes.

Si estuviéramos realajadamente alertas a cualquier impacto emocional, si nos disociásemos lo suficiente de este, reduciríamos la emoción que nos reclama el inconsciente; podríamos gestionarla y cambiar la relación causa/efecto por otra relación causa/efecto.

Lo importante es saber que el inconsciente se alimenta de nuestra atención, pero de atención emocional, y esta puede ser cambiada con un acto consciente si se entrena suficientemente a la mente para hacerla observadora.


Es imprescindible desarrollar este «estado de alerta» si queremos desvincularnos de relaciones adictivas, de repeticiones, que nos hacen vivir una y otra vez las mismas situaciones, los mismos problemas, con actores diferentes.


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Pero no todo el contenido del inconsciente es trauma, dolor, situaciones inconclusas, etc.


“El inconsciente no es algo malo por naturaleza,

es también la fuente de bienestar.

No sólo oscuridad sino también luz,

no sólo bestial y demoníaco,

sino también espiritual y divino.” Carl Jung



Jung hablaba del Consciente, del Inconsciente y del Supraconsciente, siendo para él éste último también inconsciente, pero no oscuro, sino de luz.

Para Jung el Supraconsciente siempre nos acompaña aunque no seamos conscientes de él, y deja de ser inconsciente en el momento en el que tomamos consciencia de él.

El proceso de ir haciendo consciente lo Supraconsciente para vencer lo sombrío que también existe, se traduce como el proceso de la Evolución del Ser Humano.

El camino de la Evolución es "Abrir Consciencia".


Cuanto más aptos somos para hacer consciente lo inconsciente, más grande es la cantidad de vida que integramos”. Carl Jung


La mente supraconsciente es la fuente de toda la creatividad, la intuición, las inspiraciones repentinas, motivaciones y da la habilidad de ver las cosas de forma totalmente diferente.

Para Jung, el “Supraconsciente” es el patrón psíquico capaz de dirigir de forma magistral a nuestra naturaleza racional, emocional e instintiva de nuestro pequeño “ego” o “yo inferior”.

De esta manera, Jung ofrece una visión más holística del ser humano, porque añade este aspecto liberador y trascendente de nuestra consciencia.




Quieres aprender más sobre el tema:


www.centroelim.org




sábado, 6 de septiembre de 2025

Libertad de elegir nuestra actitud en todo momento


Los seres humanos tenemos la libertad de elegir nuestra actitud en todo momento, incluso en las peores circunstancias, como enseña Victor Frankl, el creador de la logoterapia, psiquiatra superviviente de Auswictch, que dice que en toda situación, por terrible que sea, un ser humano puede mantener su brújula interior y encontrar sentido al vivir.

Puede hacerlo básicamente a través de tres caminos:

- El camino de la acción, cuando actuamos, cuando tenemos la libertad para hacerlo, en la dirección de nuestros intereses, valores y propósitos.

- El camino de la contemplación: a veces podemos estar privado de hacer algo, por ejemplo en un campo de concentración, pero podemos retirarnos a un lugar interno que nos convierta en testigos de la realidad, en un gran ojo observador que a modo de espejo refleja toda la belleza del mundo y toda la fealdad, aunque bello y feo sean términos irrelevantes para el espejo.

- El tercer camino es el del sufrimiento asumido: en circunstancias irreversiblemente calamitosas, podemos encontrar un sentido y un progreso interior en la entrega sin reservas al sufrimiento, en su asunción como parte de nuestro camino. Como lo llamo Gurdjieff, “el dolor consciente”, aquel a que abrimos la llave de paso en lugar de tratar de mantenerla artificialmente cerrada, lo cual lo convierte en una vía de progreso y maduración existencial y espiritual.

Tratar de evitar el sufrimiento inevitable, solo trae una mayor dosis del mismo.
La realidad es una, pero nuestra manera de abordarla y vivirla es personal y singular. Somos libres de tomar una posición u otra, libres de darle un sentido, libres de mantener nuestra dignidad en todo momento.

La libertad va junto con la responsabilidad, en la que formulamos nuestra respuesta y nuestros actos creativos a la realidad.
Al asumir nuestra cuota de libertad y de responsabilidad en cómo vivimos lo que la vida nos impone, nos hacemos discípulos de la realidad. Así aprendemos a tensar o destensar las velas de nuestra nave, nos bregamos en mantener firme los palos mayores de nuestra columna vertebral, oteamos con finura el horizonte para ver cómo llegar a casa.

¿Que sabemos en realidad sobre aquello que resulta mejor o peor, si vivir o morir, ganar o perder, sanar o enfermar, sonreír o llorar?

¿Qué sabemos acerca si una vida es mejor que otra, si un recorrido largo es mejor que uno corto, si un cuerpo es mejor o peor que otro?

En parte vivimos en el misterio, en el enigma del porqué de las cosas y de los destinos asignados.
Dichosos los que se encuentran en paz consigo mismos. Felices los que han dejado de pelear contra sí mismo, contra algunas partes internas o algunos yoes inoportunos, que se les presentaban en ocasiones como huéspedes molestos, de improviso y sin invitación, irrumpiendo sin contemplaciones en sus escenarios de vida, en forma de celos, envidias, rencores, quejas, gritos, violencias, etc.

Bienaventurados, pues, los que ya no necesitan rechazar a ninguno de sus aspectos internos, nada de lo que les constituye, ni siquiera lo que sienten como molesto, inadecuado, desagradable, o lo que resulta difícil de soportar en algún momento.
Han trabajado en ellos mismos, se han afanado en comprender y han integrado lo aparentemente rechazable. Lo que parecía oscuro y plomizo lo hicieron refulgir como aprovechable y dorado, se sometieron al reto de la alquimia interior y fueron transformados: lo aparentemente negativo se convirtió en recursos para la gracia de su aceptación, la gran llave maestra.

Han logrado algo importante y además muy popular: la tan preciada autoestima. La autoestima, bien entendida es amar lo que somos tal y como somos a cada momento, con lo que emerge en nuestro cuerpo, en nuestros sentimientos, pensamientos, sueños, conductas, anhelos y recuerdos. Autoestima es amar y abrazar lo que cada momento trae y regala a nuestra experiencia.

Es amarnos dándole un buen lugar en el corazón a todo lo que nos conforma. Incorporar esa actitud a cada instante de nuestra experiencia como un código de respeto a uno mismo.
Para ello, conviene comenzar a soltar el ideal que nos gustaría encarnar. No se trata de amar al personaje perfecto que imaginan que deberían ser en lugar de lo que son.
Gran parte del dolor del mundo consiste en pretender ser o tener algo distinto de lo que somos o tenemos.

Es cierto que el cerebro necesita tener visiones de futuro, pensar en el mañana, tener claridad sobre la persona en que deseamos convertirnos y lo que deseamos vivir, para atraerlo, para avistar las señales en el camino que nos indican que estamos cerca o lejos de ello, para que se pueda cumplir. Eso se llama construir futuro, enseñarle al cerebro el lugar hacia el que queremos ir, formular objetivos, lanzarle nuestros anhelos más queridos.
Es correcto y necesario. Pero una cosa es crear futuro con nuestros pensamientos y otra huir de un presente insoportable que no logramos apreciar.

Amarse a uno mismo es apreciar cada instante con lo que contiene, sea lo que sea, incluyendo los recuerdos y las imágenes por la imagen idealizada que tienes de tí mismo, perdiendo la oportunidad de asumirte con todo lo que fue y sentir tu dignidad, incluso y fantasías del futuro. Querernos en cada momento porque solo existe el momento, el ahora.
Hay personas que quieren a quien deberían haber sido, no al que fueron, quisieran un pasado sin errores por la imagen idealizada que cultivan para ellos mismos, perdiendo la oportunidad de asumirse con todo lo que fue y sentir su dignidad, incluso en la culpa por lo que hicieron mal, por sus errores o por el daño que hicieron. Pierden la oportunidad de aprender, no incorporan en sí mismos lo difícil, lo niegan como los niños que dicen “yo no fui” y pretenden inocencia. Se desconectan de su fuerza y de su centro. Así no funciona.

Todo es ahora, incluso el pasado y el futuro existen como creaciones de nuestro pensamiento actual, la mente crea la idea del tiempo, así es más fácil gestionar con éxito la realidad práctica, los requerimientos profesionales, relacionales, cotidianos. Pero la felicidad es amor natural al presente. El presente tiene la cualidad de ser, en él lo que es, es, y el amor tiene la función de reconocer lo que es. Amor es el reconocimiento de la realidad.

Lo que si funciona es responsabilizarse de lo que uno vive y experimenta a cada momento y aprende a hacerse espacio, a observarlo y vivirlo con benevolencia, por difícil que sea, a sacarle partido. Lo que funciona es asumirse, o sea aceptarse y quererse.
La autoestima no mira el personaje ideal que fantaseamos, mira al ser real que somos.
No soy perfecto, pero soy real. Lo único que podemos amar es el ser real que somos.
Solo podemos amar lo imperfecto. B. Hellinger.

Esto es un canto a la realidad de lo humano, su propia imperfección. La esencia de lo humano la encontramos, por supuesto, en lo sublime, pero también en lo aparentemente burdo o negativo.
Quizá ya somos perfectos en nuestra imperfección, en nuestros defectos, en nuestras maneras torpes en nuestros instintos, en nuestro inconsciente…. la clave es mirar de frente, tomar conciencia y darles lugar. Sin identificaciones, no hay sufrimiento.

Joan Garriga
www.centroelim.org

domingo, 24 de agosto de 2025

Madurez emocional



Allí donde se centra nuestra atención, es exactamente donde tiene lugar nuestra experiencia vital.
La calidad de todas nuestras experiencias viene determinada por la calidad de nuestras intenciones.
Del mismo modo que la ley de causa y efecto nos hace a todos igualmente responsables por cada pensamiento, palabra y acción que iniciamos, la calidad de nuestra experiencia = atención + intención.
¿Quién más puede ser responsable de las consecuencias de nuestros pensamientos, palabras y acciones que decidimos generar conscientemente?

Si podemos aceptar que esto es cierto:

¿Por qué, si podemos elegir conscientemente por el amor, odiamos?
¿Por qué, si podemos elegir conscientemente por la armonía, peleamos?
¿Por qué, si podemos elegir conscientemente por la paz, elegimos el conflicto?
¿Por qué, si podemos elegir conscientemente ser comprensivos, elegimos ser cínicos?
¿Por qué, si podemos elegir conscientemente por la risa, elegimos la tristeza?
¿Por qué, si podemos elegir conscientemente por una sonrisa, fruncimos el ceño?
¿Por qué, si podemos elegir conscientemente por la gratitud, elegimos quejarnos?
¿Por qué, si podemos elegir conscientemente por animar a los demás, elegimos competir?
¿Por qué, si podemos elegir conscientemente por sentirnos confiados, nos sumimos en la duda?
¿Por qué, si podemos elegir conscientemente por sentirnos bien, elegimos el sufrimiento?
¿Por qué, si podemos elegir conscientemente por ser optimistas, nos sumimos en la negatividad?

La respuesta a todas estas preguntas, y a algunas más que podamos formular en relación a por qué seguimos optando por irradiar negatividad en lugar de inspirar con la brillantez de nuestra presencia interior, es la misma.

Es porque:

En vez de optar por la madurez emocional requerida para «darnos» la atención que buscamos, preferimos representar un drama exterior para «sonsacar» esta atención de los demás.
Cuando nos comprometemos a darnos la atención que buscamos, nos comprometemos en nuestra libertad.

AHORA es el momento perfecto para optar por crecer emocionalmente. Quizás no sea la elección más fácil, pero sí la más responsable.
M. Brown


domingo, 17 de agosto de 2025

Cuando los "viejos amigos" vienen a visitarte...


Se te presenta una noticia completamente inesperada. Un suceso imprevisto, una revelación que surgió de la nada.
Algo que creías tuyo ahora se ha perdido, tal vez para siempre. 
Una vieja forma de vida ha desaparecido. 
Los viejos amigos vienen ahora a visitarte: Ese agujero en el estómago. Esa falta de aliento. Ese sentido primario de desorientación. 
¿Quién eres? ¿En qué puede confiarse? ¿Ahora qué pasará? 
El sueño de cómo "tenía que ser la vida" está muerto. Esa vieja identidad se está derritiendo. El viejo futuro se ha convertido en un vacío. 

¿La invitación?... Quédate con toda esa muerte. Respira a través de ella. Mantente presente en medio de todo ese movimiento. Conéctate a la tierra mientras el suelo viejo se abre bajo tus pies - de cualquier forma nunca fue seguro. 
Date cuenta que sólo lo falso puede desmoronarse. La vida, en sí misma, jamás puede ir mal, lo que realmente eres no puede perecer, sólo tus planes pueden hacerlo. 

"Mi vida" siempre está cambiando, esa es su naturaleza, así que permite que el cambio se dé en forma natural, y deja que lo falso se disuelva en la Vida que eres. 
Permite que la verdad se revele a sí misma, momento a momento, sin rebobinar ni adelantar la película. 
Confía en todo este aparente lío, descansa en la escena de este momento. 
Contempla la vida y la creatividad de la tormenta, tan sólo estás siendo testigo de la muerte de los sueños. 
Sé consciente de ser la profunda e inmutable calma dentro del eterno ojo del huracán. 
Aquello que eres ha sido siempre testigo del paso de las tormentas. 
La crisis no es un desastre, es nacimiento... 
Esta es tu invitación.

Jeff Foster
(Traducido por Tarsila Murguía)

martes, 12 de agosto de 2025

Estar Presente es sanador


 ¿Querrías...

¿Tomar mi mano por un rato?
No necesito que me salves
No necesito que arregles nada
No necesito que sostengas mi dolor
Pero, ¿simplemente sostendrías mi mano?

No necesito tus palabras
Tus consejos
Ni tus hombros para apoyarme
Pero ¿te sentarías aquí un rato conmigo?

Mientras  fluyen mis lágrimas
Mientras se rompe mi corazón
Mientras mi mente me juega malas pasadas. 
¿Me harías saber con tu presencia que no estoy solo, mientras vago en mi interior desconocido?

Porque mi oscuridad es mía y he de enfrentarla
Mi dolor es mío y he de sentirlo
Y mis heridas son mías y de sanarlas
Pero, ¿te sentarías aquí conmigo, mientras yo valientemente me afronto todo esto, mi querido?

Porque brillo gracias a mi oscuridad
Soy hermosa gracias a mis heridas
Y fuerte gracias a mi tierno corazón
Pero, ¿tomarías amorosamente mi mano, cuando a veces viaje hacia la oscuridad?

No te pido que me quites la oscuridad
No espero que ilumines mi día
Y no creo que puedas reparar mi dolor
Pero me encantaría que te sentases un rato y me cogieses de la mano, hasta que encuentre el camino para salir de mi tierra de sombras.

Entonces, ¿podrías...
¿Sostener mi mano hasta que regrese de nuevo?"

Anónimo